En 1965,
aparecía publicada “La revolución teórica
de Marx”, del filósofo comunista Louis Althusser. Los ensayos que ahí
aparecían tenían por objetivo “la
investigación del pensamiento filosófico de Marx, indispensable para salir del
callejón sin salida teórico en el que la historia nos había confinado.”[1] Sin embargo, para Althusser, la necesidad de
encontrar una salida al callejón teórico era totalmente política. Dicho de otro
modo, los artículos publicados eran la respuesta teórica a un problema político.
Según el propio autor, son ensayos filosóficos cuyo objetivo es intervenir en
la política, refiriéndose a ella a través de los problemas ideológicos y
teóricos surgidos en ella[2].
La presente
ponencia buscará reflexionar sobre la coyuntura política, las debilidades y
desafíos del movimiento popular y sobre las tareas políticas y teóricas del
marxismo. No se tratará, entonces, de una exposición filosófica sobre la obra
de Althusser, sino sobre la significancia política de ésta, a partir de un
diálogo con nuestra propia realidad política en pleno siglo XXI.
1.
Partamos,
entonces, por una breve caracterización de esta realidad política. Podríamos
llamar a nuestra época –hablando desde una perspectiva comunista, claramente-
como la época de la derrota. Nuestra práctica, nuestras concepciones, nuestro
horizonte, nuestras consignas, llevan el estigma de la derrota. Incluso
aquellas proclamas optimistas que buscan renegarla (“no somos sangre nueva para
viejos fracasos”), dan cuenta de ella a gritos. Y es que los hechos terribles
nos dejaron marcada con fuego su lección: no hay alternativas, la historia se
acabó. No pretendo yo suscribir a la insostenible tesis de Francis Fukuyama de
que no existe ninguna opción superior al capitalismo y la democracia liberal, pero
resulta necesario reconocer que esta idea se ha consolidado como una realidad
ideológica objetiva. La creencia de que no existen alternativas opera como un
pesado telón de fondo que fija unos márgenes muy estrechos para la práctica teórica
y política, donde cada día vemos que las diferencias se van diluyendo hasta
llegar al punto de ser meros matices técnicos. Y, nuevamente, son los hechos mismos
los encargados de enseñarnos brutalmente esta realidad. Por una parte tenemos
partidos, otrora revolucionarios, que hoy miran el pasado con la vergüenza de
quien, desde la madurez, recuerda alguna tontería juvenil. Y su conclusión es
casi una prédica tomada de Fukuyama: fuimos ingenuos, planteamos cambios
imposibles, hay que construir y avanzar sobre lo que existe. Por otra parte,
las fuerzas políticas que han mantenido una postura anticapitalista encuentran
escaso o nulo eco en las masas, ya que éstas no ven proyectos que se
constituyan como opciones factibles a lo que hay. Y, digámoslo, no las ven
porque no existen.
Hagamos una
genealogía esquemática provisional de la derrota. Caen los proyectos
socialistas: a nivel local la Unidad Popular, a nivel mundial la caída del Muro
y la disolución de la Unión Soviética. Derrota política. La necesidad traumática
de explicar y superar estas derrotas lleva a que dirigentes partidarios e
intelectuales abandonen el marxismo, argumentando que éste no era capaz de
cumplir esa tarea y que, al ser una “teoría totalizante” no podía dar cuenta de
los fenómenos particulares e, inevitablemente, conducía al totalitarismo
político. Derrota teórica. A su vez, lo anterior permite instalar una idea de
mundo en la que no existen alternativas al capitalismo y que, por lo tanto,
toda la política y todos los cambios deben hacerse dentro de ese marco. Derrota
ideológica. He aquí pues, nuestro propio callejón sin salida del siglo XXI,
sellado por una parte por las derrotas políticas que nos marcaron con fuego y
sangre, por el sentido común masificado de que no hay opciones diferentes y por
el abandono de las herramientas que, precisamente, son las únicas capaces de
abrirnos paso. Porque al abandonarla, la teoría deja de desarrollarse y se
congela. Claramente se sigue hablando de marxismo, pero como dice Althusser,
salvo honrosas excepciones, generalmente es para combatirlo, condenarlo,
digerirlo o revisarlo[3].
Y cuando no, se suele hacer desde la marginalidad académica y/o escasamente
vinculados a movimientos políticos de masas.
Ahora bien,
hacia finales de los ’90, y precisamente en América Latina, comenzaron a
irrumpir gobiernos de izquierda; gobiernos que, parafraseando a Althusser, eran
relámpagos que desgarraban la oscura noche neoliberal, al decir y mostrar que
sí habían alternativas al neoliberalismo. Procesos como el venezolano, el boliviano
y el ecuatoriano particularmente, son, sin lugar a dudas, intentos heroicos por
devolverle al pueblo la soberanía y dignidad negada durante tanto tiempo por
una minoría privilegiada. Y si bien sus logros son irrefutables, los años en el
poder le están pasando la cuenta. En palabras de Atilio Borón, hoy somos
testigos tanto de un estancamiento de los movimientos populares como de un
reacomodo de las oligarquías y burguesías nacionales, que ponen a los gobiernos
de izquierda frente a la siguiente encrucijada: o se profundizan las reformas o
presenciamos la restauración conservadora[4].
La idea que quiero
plantear es que esa encrucijada política nos remite a un problema teórico, pues
como decía Lenin en el “¿Qué hacer?”,
“sin teoría revolucionaria no puede haber
tampoco movimiento revolucionario.”[5]
En ese sentido, me interesa plantear ciertas tareas teóricas que desde el
marxismo tenemos pendientes, a fin de poder entregar las herramientas políticas
al movimiento popular, para que éste pueda salir de la encrucijada o callejón en
el que se encuentra y así avanzar hacia el socialismo e impedir la restauración
conservadora.
2.
Dado lo anterior,
¿por qué Althusser? Para responder esta pregunta es necesario leer sus textos a
partir del escenario político en el que le toca producir, mencionado a lo largo
de toda su obra (aunque me gustaría destacar el prólogo a la segunda edición de
La revolución teórica de Marx y su
prefacio Hoy).
A qué se
enfrenta Althusser, cuál es el contexto político de su producción:
escisión del movimiento comunista internacional, las críticas al “culto de la
personalidad” y al dogmatismo stalinista emanadas a partir del XX° Congreso del
PCUS. En particular le preocupa el abordaje que los comunistas soviéticos le
estaban dando a sus problemas políticos con el vuelco al “humanismo socialista”
cuyas garantías teóricas se encontraban en las obras de juventud de Marx. Aquí
es donde entran de lleno las posiciones filosóficas que sostiene Althusser: el
carácter científico del marxismo, la ruptura epistemológica que hay en su obra,
la especificidad de su pensamiento que lo hace radicalmente distinto a
cualquier otro anterior (no sólo al de Hegel, sino que también al de Smith y
Ricardo) y los conceptos que son propios del
marxismo. Como dije al comienzo, no me centraré en desarrollar en profundidad
cada una de estas tesis, pero sí me interesa exponerlas aplicadas al contexto
político de Althusser, para entender su crítica y así poder justificar su
aplicación al presente.
Sobre el
carácter científico del marxismo, no quiero discutir aquí si es o no es una
ciencia, lo que me parece un poco estéril al menos por ahora, ya que la
denominación que le demos no cambia el carácter del marxismo como disciplina.
Dicho de otra manera, la capacidad explicativa del marxismo no está determinada
por si decidimos definirla como ciencia o no. Simplemente me quedaré con que el
marxismo es una teoría científica, en tanto tiene un objeto de estudio
determinado y entrega las herramientas para conocerlo, más allá de sus
apariencias. Por último, se puede hacer de la misma manera en que consideramos ciencias a las ciencias sociales. Ahora bien, más allá de todo
eso, me parecen correctas las tesis del materialismo histórico respecto a las
formaciones sociales, expuestas con magistral sencillez por Engels en la tumba
de Marx, diciendo que éste “descubrió la ley del desarrollo de la
historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica,
de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y
vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por
tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente,
la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la
base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las
concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de
los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al
revés.”[6] Esa
capacidad de dar con la realidad profunda de los fenómenos sociales es lo que
me hace defender el carácter científico del marxismo, contra toda otra teoría
social, filosofía o ideología. Si queremos ser explícitos al nivel de la
caricatura, cito a Lenin: el marxismo es
todopoderoso porque es cierto.
Entonces, lo
importante es que Althusser sostiene que es posible conocer una formación
social a través de la teoría marxista, ya que sólo ésta entrega las
herramientas, los conceptos, para conocer esa sociedad científicamente, es
decir, realmente. Pero estos elementos no los encontramos en los textos –jamás
publicados- de juventud de Marx, ya que abordaban otras
problemáticas. Sin embargo éstos entregaban garantías teóricas que permitían a
los soviéticos su “liberación” del dogmatismo. Ahí se podían encontrar los
fundamentos para una crítica al “culto de la personalidad” y para la valoración
del ser humano con la que Stalin barrió. Pero, siendo marxistas, ¿nos
contentaremos con explicar las falencias de un proceso político, la inmensa
maquinaria estatal, la perduración de una estructura de clases y la
imposibilidad de una democratización radical, a partir de un individuo? No
parece creíble que todo el destino de una sociedad dependa de una sola persona.
También la historia social se ha encargado de mostrar que los hechos históricos
no se definen en los grandes eventos y personajes, sino que son procesos de
largo aliento que se incuban en el seno de las relaciones sociales.
Por lo tanto, si
tenemos conceptos como modo de producción, relaciones sociales de producción,
fuerzas productivas, base económica, superestructura (o edificio) ideológico,
plusvalía, clases, ¿por qué no explicar el stalinismo a través de estos
conceptos? ¿Por qué se optó (y se sigue optando) por soluciones “ideológicas”?
Probablemente porque el marxismo había sido congelado bajo la noche del
dogmatismo y estaba incapacitado de entregar las respuestas que se necesitaban.
Se echó mano a lo que había disponible, que era la salida fácil, si se quiere;
las soluciones ideológicas cuyas garantías teóricas se encontraban en las obras
de juventud de Marx y en sus fórmulas humanistas que ahí aparecían. El problema
es que para Althusser “los efectos
teóricos de la ideología representan siempre una amenaza o un obstáculo para el
conocimiento científico; y señalaba que
se debía interpretar la inflación de los temas del “humanismo marxista” y su
usurpación de la teoría como el síntoma histórico probable de una doble
impotencia y de un doble peligro. Impotencia para reflexionar sobre la
especificidad de la teoría marxista, y peligro revisionista correlativo de
confundirla con interpretaciones ideológicas pre-marxistas. Impotencia para
resolver los problemas reales (políticos y económicos) planteados por la
coyuntura posterior al XX Congreso y peligro de ocultar estos problemas bajo la
“solución” engañosa de fórmulas puramente ideológicas.”[7]
Podemos mirar
retrospectivamente y concederle el punto a Althusser (o, al menos, el beneficio
de la duda). Él estaba diciendo que “las
dificultades teóricas en las que nos habíamos sumergido, bajo la noche del
dogmatismo, no eran dificultades del todo artificiales, sino que se debían también
al estado de no elaboración de la filosofía marxista; aún más, que en las
formas congeladas y caricaturescas que habíamos soportado o mantenido […] estaba
realmente presente un problema no solucionado; y finalmente que nuestra suerte
y nuestra tarea es simplemente plantear y afrontar estos problemas
abiertamente.”[8] En
otras palabras, Althusser ya notaba que había debates que no se querían afrontar
abiertamente, en los términos propios del marxismo –que implicaban discusiones
sobre relaciones sociales de producción, fuerzas productivas, explotación, estructura
de clases- y que, en cambio, eran abordados a través de una ideología que,
lejos de solucionar el problema, lo escondía, pues se quedaba en los síntomas y
no en las causas reales de éste. Y para que se entienda bien la conexión entre
el problema teórico y el político, en uno de los artículos que aparecen en Lo que
no puede durar en el Partido Comunista, Althusser –refiriéndose a otro
problema- nos plantea cómo se debe tratar un error en política desde una
perspectiva marxista: “La concepción
marxista considera que lo importante es lo que el error esconde: las
contradicciones estructurales de las que no es sino la manifestación. […] mientras
no nos enfrentemos con esas contradicciones y las dominemos, las causas del
error persisten.”[9]
Y persistieron, hasta que la situación no dio para más y la URSS tuvo que
disolverse. Por eso me atrevo a decir que la historia le dio la razón a
Althusser (así como se la dio a Lucio Magri también).
Las tesis de
Althusser encuentran mucha reticencia, pero pocas veces son leídas
políticamente o en su contexto político.
Pocas veces se explica el trasfondo político de su denuncia y cómo, a la larga,
pareciera haber tenido razón. Porque viendo la experiencia histórica –si es que
no bastara un examen comparativo de las dos problemáticas (la humanista del
joven Marx y la del materialismo histórico)- queda en evidencia que las teorías
humanistas no entregarán luces sobre cómo construir el socialismo.
3.
Entonces, ¿por
qué Althusser hoy? Precisamente porque el problema político que veía, y
guardando las proporciones, era similar al que tienen hoy día las fuerzas
populares de intención socialista o comunista. Es el mismo, porque el problema
siguió ahí, latente: la evasión teórica de los problemas reales (económicos y
políticos). Y, aunque se da en contextos distintos, se traduce en el mismo
problema político: ¿cómo seguir avanzando y profundizando un proceso
socialista? O más aún, ¿cómo construir el socialismo?
Recapitulemos.
El fin del dogmatismo stalinista ponía a los soviéticos ante un problema
político que antes, por culpa del “culto”, no podía abordarse: cómo profundizar
el socialismo. Esta pregunta, política, exigía un esfuerzo teórico. Dicho esfuerzo,
compartiendo la opinión de Althusser, no se realizó correctamente. Se optó por
tomar evasivas, por buscar “atajos” y garantías teóricas en lugares donde no
debían buscarse. A la larga la URSS se desintegró, los proyectos socialistas/comunistas
prácticamente desaparecieron y el marxismo se vio replegado a discusiones
académicas de poco alcance. Los socialismos del siglo XXI surgen en este
contexto y, por lo tanto, pilla a los teóricos “desprevenidos”, pues las
cuestiones fundamentales que en el contexto de la URSS no fueron resueltas por
los marxistas, siguen sin ser resueltas hoy. Y he aquí la importancia de
Althusser: su denuncia teórica sigue sin ser recogida en los términos en que él
la planteó, a saber, políticamente. El callejón teórico sin salida sigue
cerrado, pues el marxismo aún no ha sido capaz de sacarse de encima la derrota
que significó la caída de la URSS. Lograrlo depende de un doble desafío:
explicar, en los términos del marxismo, por qué cayó la URSS y, a partir de esa
explicación, construir una teoría del socialismo aplicada al contexto
neoliberal del siglo XXI. En palabras de
John Roemer, “probablemente la mayor
tarea del marxismo de hoy sea construir una teoría moderna del socialismo. Tal
teoría debe incluir una explicación de las ineficiencias e injusticias del
capitalismo moderno, así como un proyecto teórico para corregir esas fallas en
una sociedad socialista factible.”[10]
Para ver la
vinculación entre esta falencia teórica y el problema político que enfrentan
los procesos de izquierda de América Latina basta ir a los hechos mismos. Por
una parte, es evidente que estos proyectos no son alternativas anticapitalistas.
Y, claro, la respuesta más probable es que, así como el de la UP lo fue, son
gobiernos instrumentales con miras al socialismo. El problema es que nadie sabe
cómo dar el paso siguiente, porque si antiguamente teníamos el ejemplo de la
URSS (para bien o para mal), hoy no tenemos ninguno. Sabemos que no queremos
replicar el sistema de monopolio estatal, pero no hemos sido capaces de pensar
el socialismo más allá de eso y de ahí la encrucijada que menciona Borón. Y una
prueba de ello: la izquierda sigue replicando los debates del “culto de la
personalidad” al hablar de Hugo Chávez o Fidel Castro, en lugar del discutir en
los términos en que Althusser nos llama a discutir, que son los del marxismo,
los cuales ya mencioné.
4.
Por lo tanto, para
concluir, la solución para salir de este callejón sin salida es una: el estudio
riguroso, “científico” y crítico de la obra de Marx y de los grandes
desarrolladores de su teoría (Engels, Lenin, Luxemburgo, Gramsci, Mao, por
mencionar sólo algunos).
Althusser nos
deja algunas tareas para el movimiento comunista en la teoría, de las cuales
quiero mencionar tres[11]:
i.
Luchar contra la concepción del
mundo burguesa y pequeñoburguesa que amenaza siempre la teoría marxista y la
infiltra. Forma general, el economismo (hoy tecnocratismo) y su complemento
espiritualista: el idealismo moral (hoy humanismo).
ii.
Conquistar para el marxismo la
mayoría de las ciencias humanas y, sobre todo, las ciencias sociales, que
ocupan por impostura el “continente” científico de la Historia, del cual Marx
nos dio las llaves.
iii.
Desarrollar, con todo el rigor
y la audacia requerida, la teoría marxista, uniéndolas a las exigencias e
invenciones de la práctica de la lucha de las clases revolucionarias.
En lo personal,
me parece que debemos centrar los debates en los siguientes puntos
(evidentemente, no se trata de una lista exhaustiva): concebir nuevas formas de
organizar la producción más allá del monopolio estatal; abordar los cambios que
ha tenido la organización del trabajo en las últimas décadas, así como los
cambios en la estructura de clases correspondiente; el status teórico de la explotación
al interior de la URSS (sobre el cual hacen un interesante aporte marxistas
analíticos como Roemer y Erik Olin Wright –interesados, precisamente, en
explicar su persistencia en una sociedad sin propiedad privada); y, para no
alargarme, la necesidad que tiene un proyecto anticapitalista de desarrollar las
fuerzas productivas y la función que éstas deben cumplir en la lucha de clases
y en el socialismo.
Afrontar estos
debates abiertamente –con todas las dificultades que ello puede implicar- será
la única forma de encontrar las contradicciones estructurales que nos llevan al
error y al estancamiento del avance popular. Desarrollar la teoría marxista, en
sus términos, en su especificidad, es una tarea capital del movimiento
comunista si quiere ser capaz de entender en profundidad el funcionamiento de
nuestras sociedades en el marco de un capitalismo neoliberal en el siglo XXI.
Es nuestra suerte y nuestra tarea afrontar estos problemas abiertamente, si
queremos sacar al marxismo del callejón sin salida teórico en el que la
historia nos ha confinado, condición sine
qua non, a su vez, para salir del callejón sin salida político. Porque como
bien señala Althusser, “los marxistas
saben que ninguna táctica es posible si no descansa en una estrategia y ninguna
estrategia si no descansa en una teoría.”[12]
* Ponencia presentada en el III Encuentro de
teoría y filosofía política UC. Disponible también en https://www.academia.edu/19510970/El_callej%C3%B3n_sin_salida._Soluci%C3%B3n_te%C3%B3rica_a_un_problema_pol%C3%ADtico.
[1] Luis Althusser,
“Prefacio: hoy”, en La revolución teórica
de Marx, Siglo XXI, México, 2004, p. 13.
[3] Althusser, “La filosofía: arma de la
revolución”, en Para leer El Capital,
Siglo XXI, México, 2004, p. 8.
[4] Borón, “América Latina entre la profundización de los
cambios y la restauración conservadora”, 2014. Disponible en http://www.atilioboron.com.ar/2014/10/america-latina-entre-la-profundizacion.html.
[6] Friedrich Engels, “Discurso ante la tumba de Marx”.
Disponible en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/83-tumba.htm.
[12] Althusser, “Marxismo y humanismo”, en La revolución teórica de Marx, Op. Cit., p. 201.