El discurso políticamente correcto respecto al 11 de Septiembre de 1973, impulsado principalmente desde la derecha, se lamenta de los hechos acontecidos a partir de ese día, pero siempre responsabilizando al gobierno de la Unidad Popular por generar las condiciones para dicho quiebre. Un recurso retórico que ha buscado matizar la, a estas alturas, impopular posición de férrea defensa del golpe.
Lo mismo ocurre cuando se habla de lo que fue la dictadura en sí. El discurso políticamente correcto de la derecha no se quema el poto; la obra de la dictadura fue buena, pero las violaciones a los derechos humanos fueron malas. ¡Como si ambas cosas fueran disociables! Como si el grueso de la obra de la dictadura no estuviera sustentado en el desmantelamiento de los lazos y las organizaciones sociales, y de la conciencia de clase de los trabajadores. Para hacer lo que hizo Pinochet, había que perseguir, torturar y matar, por lo tanto, o se rechaza la dictadura o se le acepta. Pero justificarla bajo la idea de disociar su proyecto político y violación de derechos humanos, significa avalar implícitamente todo lo que se hizo.
Esto lo planteo a raíz de lo siguiente. Este discurso, “políticamente correcto”, sólo pretende hacer abstracción de un período concreto de nuestra historia, en la cual el pueblo llegó al poder, desatando un período de agudización de la lucha de clases que acabó con el golpe. Lo hace, pretendiendo instalar una lógica de análisis que corresponde al período actual, en el cual la lucha de clases se encuentra en un período no antagónico, para que en virtud de ello se condene la agudización de la lucha de clases que se vivió entre el '70 y el '73, culpándose a la Unidad Popular.
Al respecto sólo queda hacer memoria. Cuando se culpa al gobierno de la UP de la sobrepolitización, la polarización extrema, la división y odiosidad –lo que en otras palabras corresponde a la agudización de la lucha de clases-, se omite el hecho de que la derecha también formaba parte de ese proceso. Incluso, si vamos más allá, es la derecha –la oligarquía, los latifundistas, los grandes monopolios, los capitales transnacionales y el gobierno de EE.UU.- y sus organizaciones políticas –Partido Nacional y el Frente Nacionalista Patria y Libertad- los que realizan los primeros movimientos en pos de la polarización y agudización del conflicto entre clases. Tales movimientos sobrepasaron por mucho la legalidad, partiendo por el primero de ellos, que fue el asesinato del General Schneider. Posteriormente el PN le negó la sal y el agua al Gobierno de Allende, creando un clima de ingobernabilidad que difícilmente no llevaría a una situación de gran inestabilidad.
La derecha siempre ha salido libre de polvo y paja respecto a las responsabilidades del “caos” que se vivió durante los años de la UP, cuando la realidad es que ellos son en gran medida los culpables de dicha situación. En todos los ámbitos. A nivel económico, mediante el acaparamiento de mercancías y el control de ciertos gremios (como el de camioneros) y sindicatos (como el de mineros de El Teniente) dedicados a la obstrucción económica; a nivel político mediante el sabotaje desde el Parlamento; a nivel internacional mediante el bloqueo y la conspiración yanqui; a nivel social desde Patria y Libertad que generaba desorden en las calles. Todo esto perjudicó enormemente al pueblo; a Chile entero, mientras que al mismo tiempo, se maniataba al gobierno impidiéndole actuar. ¿Cómo se pueden solucionar los problemas si una mayoría parlamentaria quiere que no se solucionen? La tesis de “la agudización de las contradicciones” es una tesis de derecha, que sirvió a la derecha. La derecha, jugó con las condiciones de vida de todo el pueblo chileno, las hizo deliberadamente peores para así generar las condiciones de su insurrección y de esta forma llegar al poder.
Si uno analiza las condiciones que se generaron a partir del triunfo de la UP –y no necesariamente generadas a partir de la UP-, se da cuenta que, en general, son comunes a las situaciones de otros gobiernos de izquierda en el mundo, como por ejemplo en Venezuela y Bolivia. En general, la llegada al poder de grupos políticos de izquierda, que realmente representan al pueblo tiene como consecuencia mayor politización y mayor conflictividad social. Pero a raíz de la experiencia chilena, en la cual a todas luces la derecha jugó un rol fundamental para contribuir al caos objetivo y subjetivo, difícilmente podamos culpar a estos gobiernos de izquierda o a sus ideologías. Más bien es lo contrario. ¿Por qué siempre que el pueblo alcance el poder vamos a encontrar una respuesta tan activa y fuerte de la derecha? Porque son los únicos gobiernos que realmente significan una amenaza a los intereses de las clases dominantes y, frente a eso, las clases dominantes reaccionan con toda su fuerza, para así impedir la inversión del orden social, que no es otra cosa que la democratización de éste. De todas las clases, las más hostiles han sido las dominantes, porque el pueblo rara vez ha reaccionado frente a los gobiernos de la patronal de la forma en que la patronal reacciona frente a los gobiernos del pueblo. De todas las clases, es la más belicosa y la que defiende de forma más desesperada sus intereses y privilegios. Las clases trabajadoras han tenido que soportar desde siempre la subordinación; las clases dominantes no, y por lo mismo no están dispuestas a aceptarla. Probablemente, frente a otro triunfo del pueblo, volverían a repetir los mismos actos que cometieron durante la dictadura, de los cuales seguramente no se arrepienten.
¿Qué lecciones sacar entonces? Probablemente uno de los errores que más caro costó, fue haberle aguantado tanto a la derecha terrorista y golpista. Hace rato ya que sus acciones eran más que condenables incluso dentro de los marcos de la constitución. Lo que el pueblo demandaba era una mano más firme.
Por otra parte, se ha dejado pasar, sin cuestionamiento alguno, esta idea de que el culpable de la “inestabilidad” entre los años '70 y '73 fue exclusivamente de la UP. Esto ocurrió porque durante la dictadura quienes dirían lo contrario sufrían las consecuencias de la represión y estaban imposibilitados de manifestarse. Y luego, durante el período de transición y los gobiernos de la Concertación , los partidos que habían participado de la UP se habían “renovado” y no existía la voluntad ni el compromiso de defender el gobierno de Allende. El deber de la izquierda no debe estar sólo en criticar la dictadura, sino reivindicar al gobierno popular de Allende, de la izquierda y de los trabajadores. Más allá de las críticas que podamos establecer, las cuales deben hacerse si queremos tener perspectivas reales y no quedarnos en la simple nostalgia, hay que defender lo que encarnaba la UP : la voluntad del pueblo. Así lo entendió la mayoría del pueblo, que cerraba filas en torno al gobierno. Y así también lo entendieron las clases dominantes y la derecha, que puso todas sus energías y esfuerzos en destruirlo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario